¿Son justas las comisiones bancarias?
Empecemos definiendo qué son las comisiones bancarias. Tal y como define el Banco de España, "son las cantidades que los bancos adeudan como contraprestación a los servicios que prestan". ¿Y cuáles son dichos servicios? Entre ellos, se encuentran la emisión de transferencias, cambio de divisas, estudio de viabilidad de un préstamo, concesión de una tarjeta de crédito o administración de una cuenta.
Por una parte, encontramos una serie de servicios concretos y específicos en los cuales puede entenderse que procede el cobro por servicio (cambio de divisas, o emisión de transferencias). Como clientes, voluntariamente, hacemos una operación de manera puntual que implica un coste en tiempo y recursos por parte de las entidades financieras. En consecuencia, es de justicia que la entidad financiera nos cobre por ello.
Sin embargo, hay otras comisiones que corresponden a un servicio más discutido y discutible: administración de cuenta. Y es que, hoy en día, el "trabajo" que pueda suponer la gestión de movimientos y cargo de recibos en cuenta choca frontalmente con dos circunstancias de importancia en absoluto despreciable.
En primer lugar, el usuario está obligado en la práctica a disponer de ella por "imperativo social". ¿Es frecuente hoy en día el abono de nóminas en efectivo? Desde hace poco más de un año, ¿es factible prescindir del pago mediante tarjeta de crédito/débito o teléfono móvil para disponer de bienes básicos? ¿Seguridad Social y Hacienda dan más facilidades para el pago de seguros sociales e impuestos, respectivamente, mediante domiciliación en cuenta o mediante efectivo? Parece claro que, actualmente, es inviable prescindir de una cuenta bancaria y no morir en el intento.
En segundo lugar, debemos tener muy presente que con la utilización de una cuenta bancaria estamos facilitando a nuestra entidad financiera información de gran valor. Desde nuestros hábitos de compra a nuestra capacidad de ahorro; pasando por la fecha aproximada de vencimiento de nuestros seguros, volumen de ingresos, y un largo etcétera. Estamos muy concienciados hoy en día por la cesión de nuestros datos a redes sociales y la red en general, lo cual es muy necesario; pero conviene no perder de vista que también nuestras entidades financieras disponen de nuestros datos sin contraprestación alguna.
No obstante, se podría añadir una tercera circunstancia bastante frecuente en nuestros días. Y es que el cliente tenga la obligación de abrir una cuenta bancaria para la gestión de un aval bancario o para la concesión de un préstamo hipotecario. Especialmente llamativo es el caso de los préstamos hipotecarios. En ese caso, aquellas operaciones realizadas desde el 29 de abril de 2012, las entidades financieras pueden cobrar comisiones siempre y cuando dichas comisiones se especifiquen con anterioridad a la contratación del préstamo (por supuesto, asumiendo que es obligatoria la apertura de la cuenta). Pero hay una segunda parte que hoy en día se incumple de forma flagrante: el coste de las comisiones no puede ser modificado unilateralmente por la entidad a lo largo de la vida del préstamo.
En unos tiempos en los que los tipos de interés marcan mínimos históricos, los márgenes de intermediación de las entidades financieras (beneficios que obtienen en las operaciones de préstamo y depósito) se han reducido drásticamente dando paso a la necesidad de incrementar sus ingresos por otras vías, siendo la principal el cobro de comisiones. Y máxime si tenemos en cuenta que en 2018 España era el segundo país europeo (tras Reino Unido) con menor cobro de comisiones bancarias (un 58% menor que la media europea), según Deloitte en un estudio realizado para la Asociación Española Bancaria y la Confederación Española de Cajas de Ahorro. Ello explica la avalancha de subida unilateral de comisiones bancarias que estamos viviendo en al actualidad.
Sin embargo, los clientes podemos y debemos defendernos. Aceptar que hay servicios que conllevan un coste que debemos valorar y asumir. Pero también pongamos en valor lo que aportamos a las entidades y pongamos en cuestión si muchas de nuestras operaciones bancarias son un servicio que se nos hace a nosotros como individuos o si, por el contrario, es una labor que beneficia la gestión por parte de organismos públicos (Seguridad Social, Hacienda, SEPE, etc...). Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará en nuestro nombre.
Vicente Bengochea Botín - Economista y Docente